sábado, 1 de enero de 2011

En la Mente del Corazón

Había una vez, un pequeño ruiseñor que buscaba el mayor tesoro de la vida.

Durante su corto tiempo entre los suyos, había descubierto el crecimiento de la vida a su alrededor. Había descubierto, que aprender no es siempre atender a sus mayores, que el respirar, el volar, el sentir, debe hacerse por un motivo, y que cuando ese motivo es impuesto por los demás, o está vacio de compromiso hacia los demás, no recompensa al que lo recibe.

Buscó entre los bosques de todo el planeta, siguió sendas recorridas por otros, luchó contra los elementos y recibió vientos y tempestades; esquivó enemigos, y recibió envites de otros compañeros de camino que pensó amigos y resultaron tristes cantores que se habían perdido a si mismos, y sin querer arrastraban a otros a una vida vacia y sin sentido.

Tras mucho tiempo, llegó a una tierra desconocida, en donde los árboles rezumaban una extraña sustancia que era recogida cuidadosamente, mientras estos se iban secando al darla a los habitantes de aquella tierra. Algunos habían perdido las alas, otros no sabían cantar, otras aves no tenían nada para dar salvo su amistad y su alegría, pero todos ellos eran felices, cada uno a su manera.

Sorprendido, se acercó a uno de ellos y le preguntó porque dejaban que los árboles muriesen, en su tierra eran venerados y cuidados con mimo y esmero. Un joven pajarillo, con años de sabio, le dijo que hacia mucho tiempo, en su tierra, aquellos que allí vivían habian aprendido a querer las cosas, las palabras y todo lo que les rodeaba sin pensar en porqué lo hacían, sin hacer nada más, sin sentir en sus corazones y su mente la razón  de sus vidas.

Los gigantescos árboles al darse cuenta de esto, lloraron amargamente, pues el mayor tesoro que podían dar, se había perdido y decidieron hacer un sacrificio para que sus habitantes recuperasen la razón.

Desde aquél día, decidieron dar su sabia, sin esperar nada a cambio, simplemente por ayudar a los demás, y hacerles ver lo que realmente importaba en la vida: el amor.

Ese es el mayor tesoro que podía darse, entregarse, regalarse, sufrirse por aquellas personas a quienes amas, por aquellas a quienes intentas amar, por un amor sin medida y con tal profundidad que ni el espacio mismo, o los oceanos pueden abarcarlo.

Y dentro de este amor, la perla selecta, el tesoro escondido, era el amor hacia aquella otra persona que haría que cambiases toda tu existencia solo por ser feliz junto a ella. 

Desde aquel día, el joven ruiseñor no necesitó buscar más el mayor tesoro de la vida, sino que decidió dar su vida llevando a su pueblo este mensaje junto aquella a la que entregó su corazón. Por cierto, si aún no la has encontrado o se resiste ¡No dejes de intentarlo!

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