Hoy estoy con ganas de escribir, de reflexionar y de hablar de cada día y cada instante que van surgiendo en mi vida. Me planteo muchas preguntas a lo largo del día, sobre mi vida, sobre la vida de los demás, el mundo que me rodea y si estoy contento con lo que he vivido hasta ahora, con lo que he hecho.
La respuesta es no. Mientras escucho a Johnny Cash "A Satisfied Mind" en una de las aulas de estudio de la Fac. de Ciencias Políticas y Sociología, a la que me gusta venir por el ambiente que veo y una biblioteca que me encantaría leer completa, intentando hacer una comunicación sobre la responsabilidad social en las organizaciones educativas, no hago más que pensar y pensar.
Antes de entrar, como siempre, me tomé un café en la facultad de enfrente y me llamó la atención una mujer mayor, con el pelo blanco, bajita y con arrugas, que rondaría perfectamente los 60 y tantos largos. Debía ser habitual porque los camareros la conocían por el nombre: María. Iba a tomarse un café mientras disfrutaba un poco del aire acondicionado, en su casa seguramente no habría. En el otro extremo de la barra, estaban las universitarias de hoy día: pelo y ropa a la moda actual, agobiadas por el calor y sin más preocupación que les sirviesen rápido, con los móviles de ultima generación echando chispas y sin darse cuenta de todo lo que tienen y todo lo que están perdiendo y pueden perderse.
María, la anciana, me dio la impresión de que por la forma de mirarme, de hablar con los camareros, sentía una necesidad de estar con alguien, de no sentirse sola, de sentir un "calor humano" en este día tórrido tan necesario para todos. Pensé, en esa inteligencia emocional de David Goleman, con ese existencialismo inherente a mi, y esa búsqueda continua y actividad frenética para llegar a ningún sitio ¿qué estamos haciendo con nuestras vidas; hacia dónde se encamina el gigantesco mundo en el que me encuentro y lo insignificante que me siento?
Estudiamos, trabajamos, corremos, ocupamos nuestro tiempo, y un buen día termina, y si Dios quiere empieza otro del que nadie ha podido hablar todavía. Pero, ¿Qué dejamos aquí, qué hicimos por los demás; a quién dio fruto todo nuestro esfuerzo?¿Solo a nosotros, o sirvió para cambiar las situaciones injustas con las que nos encontramos diariamente?
Cuanto más pasan los años, será cosa de una extraña madurez, aunque siga considerándome joven de espíritu jeje, más aprecio y valoro el esfuerzo de las generaciones anteriores, más me doy cuenta de que lucharon, sintieron, amaron y actuaron sin modelos de calidad, eficacia, tecnologías ultima generación, con mayores dificultades que nosotros y sin embargo, dieron todo lo que pudieron de sí por mejorar y cambiar este mundo para todos.
Hoy día, y es una opinión personal, no tienes que estar de acuerdo conmigo, creo que estamos perdiendo nuestra esencia individual, como comunidades diferentes y con valores de todo tipo, en favor de una globalización que solamente quiere nuestro dinero, trabajo y consumismo, incluso en la defensa de valores. Aquello por lo que lucharon vuelve a perderse y corre el riesgo de convertirse en algo peor.
Da la sensación de que al repetir constantemente palabras como solidaridad, justicia, libertad, compasión, están perdiendo su significado en detrimento de una imagen que se visualiza pero no compromete a nada, salvo a acallar nuestras conciencias con un Flashmove, un "Me Gusta" en Facebook, una manifestación en el mejor de los casos o asambleas en las que asisten las mismas personas incapaces de aumentar el número de indignados o personas que apoyen la causa.
En otros casos puede ser al contrario, pero al menos es lo que yo he vivido estos años. ¿Somos una oposición sin fuego, apocada y enredada en burocracias, manifiestos y acciones que al final apenas cambian el sistema corrupto e injusto con el que nos encontramos?¿O por el contrario arriesgamos y estamos dispuestos a tomar medidas legales, prácticas, efectivas para cambiar aquello que perjudica indiscriminadamente a las personas?
Pensarás ¿qué narices tiene que ver esto con lo que decía al principio de la cafetería, la mujer mayor, las universitarias? Bueno, todo esto me lleva a pensar que estamos perdiendo la conexión entre todo aquello bueno que pueden aportarnos las personas que sufrieron sociedades más injustas, momentos más duros; estamos perdiendo no solo esa experiencia en muchos casos, sino esa unión entre almas y corazones en la cual, los sentimientos y emociones unen aun más, y con los cuales, si realmente intentas acercarte, nadie puede pensar en hacer daño a otra persona, nadie es extrañ@, y en donde lo que está bien y lo que está mal surge con una brutalidad arrolladora que te hace despertar.
Una luz, un conocimiento que no se puede negar y que te impele a hacer lo correcto no porque lo imponga un sistema, una serie de normas, una ética, en definitiva, sino porque sabes qué es lo que debe hacerse.
Te dejo este principio del camino, esta semilla para que algún día germine a la manera de cada uno, y de lo mejor de sí misma. Para hacernos pensar y sentir, para hacernos actuar y quién sabe para qué más. Saca tus propias conclusiones, o tus nuevas preguntas.